Desde muy pequeña he tenido una conexión particular con los zapatos.
Nací con metatarsus adductus, mis pies se miraban y hubiera sido incapaz de caminar si no comenzaba un tratamiento correctivo que me mantuvo presa en zapatos ortopédicos los primeros 8 años de mi vida.
Dediqué esos años a observar los zapatos de otros, me parecía fascinante descifrar de que material estaban hechos, cómo se moldeaban en los pies e imaginarlos en los míos.
Hasta hoy los zapatos han sido mis cómplices, tanto que tras 18 años como maestra, abandoné la sala de clases para darle propósito a los zapatos.
Fui parte del taller de un maestro zapatero con el que me formé como diseñadora y shoemaker, en la ciudad de Buenos Aires.
Ahora consolido mis dos pasiones, creo zapatos que cuentan historias.